Monday, November 27, 2006

Una Mzungu en Uganda



Siempre había oído que África es un continente que engancha, que cada país es totalmente diferente y a cada cual más apasionante. Esto me hacía imaginar un viaje distinto a todo lo anterior y con mucho por descubrir, pero no podía pensar que una vez allí todo lo que viese y viviese superaría con creces las expectativas.

Sin duda, esta ha sido la experiencia más increíble en todos los sentidos: UGANDA, un país verde a rebosar, con una naturaleza en estado puro y una armonía insuperable. He descubierto una forma de vida sencilla, regida por un orden de prioridades muy distinto al nuestro, en el que la gente es plenamente feliz, generosa, honesta, amable y sobretodo: BONDADOSA. Me he empapado en sonrisas tan sinceras como jamás había visto, que me han provocado sensaciones muy hondas. Ver a esos miles y miles de niños, teñidos en chocolate y vestidos en colores encendidos, saludar con ese ímpetu, con esa necesidad de robarte una sonrisa y un saludo que tanto les reconforta, provoca sentimientos encontrados. Uno siente que de pronto el alma se le encoje, y que se queda atrapada en todas esas miradas de felicidad exaltada, en todas esas manitas girando amor a raudales. El corazón aprieta y en sólo unos instantes es tan, tan sencillo pasar de la alegría a las lágrimas. Es tanto lo que transmiten esos pequeños a cambio de tan poco, que realmente uno se ve embriagado y rápido aparece un profundo sentimiento de culpabilidad.

UGANDA entera esta llena de niños, es decir, de alegría, de gritos, de sonrisas, de felicidad. Todos los caminos están salpicados de escuelas, y por allí anda ellos, con sus coloridos uniformes, descalzos, deseosos de darte lo único que poseen: FELICIDAD. Sin duda el mayor tesoro para un Mzungu que viene de un ambiente hostil, gris, rígido, individualista, cínico, impersonal, frío, competitivo, consumista…

En UGANDA no hay riquezas, la mayoría de la población vive en chozas de adobe con techados vegetales donde apenas hay agua corriente y la luz eléctrica se alterna en los días (salvo en las ciudades). Cada aldea tiene una fuente de agua que suministra este preciado líquido que tanto derrochamos en España, y que transportan en bidones amarillos apoyados sobre sus cabezas. Alimento no les falta, viven en una tierra fértil donde abundan las plantaciones de café, algodón, plátano, azúcar, aguacate, té, cacao; y las explotaciones mineras. No obstante existe un importante problema de desnutrición infantil. Muchos niños mueren de este mal, de sida o de malaria. La esperanza de vida no supera los 40-45 años de edad. Su vida transcurre al borde del camino respirando ese maldito polvo rojo de laterita que los cubre y que resulta tan atractivo para la vista del Mzungu. Sus pulmones se resienten al igual que sus espaldas, cansadas de aguantar el suelo como cama o las grandes y pesadas cargas. Su preocupación no es el mañana, es el hoy. Los lazos familiares están fuertemente arraigados y enriquecidos con dosis de generosidad: comparten todo lo poco que tienen.

Así es UGANDA. País que abraza el Ecuador, bañado por multitud de lagos y cuna del Nilo. Donde la luz del día amanece de repente, como si alguien hubiera tirado de una cadenita para prender la lámpara. Y es tan increíblemente brillante y luminosa como oscura y profunda se transforma en la noche. Nunca ví tanta oscuridad, y tan sincera, aun contando con un cielo decorado de estrellas.

Mzumgu: Hombre blanco en swahili.

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