Wednesday, April 25, 2007

Los HUTONG

Hay varias cosas que me entusiasman de Beijing, una de ellas es perderme por sus hutong, donde de verdad puedes saborear lo que es la vida originaria de los pekineses. Cuando te adentras por estas callejuelas descubres un submundo alejado de los rascacielos, los grandes centros comerciales, el tráfico, o el ruido. En definitiva, distante de la modernidad. No en vano la mayoría de sus vecinos son gente de avanzada edad que aun conserva los viejos valores sociales. Tropezarse con ellos es una verdadera delicia, son realmente encantadores, siempre te dedican su mejor sonrisa y se muestran deseosos de entablar una conversación contigo. Aquí es donde comienza la verdadera aventura pekinesa, en los HUTONG.



Pekín es una ciudad de origen mongol. Los conquistadores nómadas la convirtieron en su capital e impusieron su propio idioma y estilo de vida. Los caballos formaban parte de su forma de vida; así es que se excavaron pozos, y se construyeron abrevaderos para los caballos y cabañas. Los habitantes de Pekín convirtieron el entorno de los pozos mongoles en hutong chinos. Mongoles o no, los habitantes de la ciudad no podían abandonar sus casas entre los abrevaderos de caballos, y cerraron los pequeños espacios entre las casas con muros para recuperar la intimidad, aunque nadie podía bloquear la salida hacia el agua. Así creció una densa maraña de hutong, con sólo el espacio suficiente para que pudiera pasar un jinete.

Los siheyuan, o casas tradicionales alrededor de patios, escondidos y encajonados, están cerrados con puertas de madera adornadas a menudo con caracteres tallados, para propiciar la buena fortuna, y originales cerraduras. Habitualmente en la parte superior de la puerta aparece simbolizada la posición social de los dueños de la casa. Cómo? Mediante la colocación de troncos o travesaños horizontales que atraviesan el marco. En función del número de troncos mayor posición social, el mínimo es cero y el máximo es cuatro.

Una vez atravesada la puerta, tras un pequeño rellano se encuentra el muro de los espíritus. Los malos espíritus chinos pueden avanzar en línea recta, pero no doblar esquinas, por lo que estos muros los mantienen fuera de las casas. Tras sobrepasar el muro un pasillo va a dar a un patio en torno al cual se agrupan las viviendas: tres o cuatro casas de un solo piso. La introvertida arquitectura tradicional de estos patios de Pekín dice mucho acerca de la familia china. En el patio típico de hutong, siempre tiene que haber unos cuantos árboles, muchas flores y un cactus. El interior de la vivienda es de escasos metros cuadrados, los más amplios disponen de un salón, dos dormitorios y una pequeña cocina y cuarto de baño. Javier estuvo en casa de un curandero que le iba a sanar las migrañas y este vivía en apenas 10 m2 de una única estancia donde la cama hacía las veces de sofá, el lavabo las de pila, el orinal las de cuarto de baño, y un infernillo para cocinar.

En el siheyuan de las familias de clase social más alta, un segundo y tercer patios se unen al primero. Pueden tener dos pequeños patios a los lados, denominados “patios de orejas”, donde se encuentran la cocina o almacén. Pero este tipo de casas es ahora difícil de encontrar, ya que se necesita espacio para acoger una población en constante aumento. Lo que antes eran siheyuan para una sola familia, en la actualidad han sido adaptadas para cuatro o cinco. Cada vez más, los hutong se llenan de chabolas de contrachapado que dan cobijo a los inmigrantes rurales.

El nombre de cada hutong narra su historia con la descripción del modo de vida de sus habitantes. Algunos indican profesiones o artesanías: el callejón del constructor de arcos, del sastre, del sombrerero. Otros llevan el hombre de la familia que los habita.

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