Y por fín: el regalo de "pedido"!!
Cuando dejamos Madrid, Javier, con todo el dolor de su corazón, tuvo que vender su amada moto. Pero desde que aterrizamos en Beijing y vio esas motos antiguas con sidecar enloqueció y su obsesión era conseguir una a toda costa, que aliviara su pena. Con lo que no contaba es con que su “prometida” tomaría nota del “capricho” y decidiría regalársela de “pedido”.
Y así fue como me puse manos a la obra, con la complicidad de Moreno, Leila y Cristina, para encontrar una “moto wuapa” antes de que Javier decidiera darme la sorpresa él a mi y aparecer un día con una. Mientras Moreno y Leila le disuadían cuando tenía amagos de comprarla, Cristina y yo visitamos uno de los mejores establecimientos en los que restauran pieza por pieza estas motos y te la reconstruyen a tu gusto y color, con más o menos cantidad de accesorios o cromados… El problema fue que me nos enamoramos de una moto como la que veis en la foto, pero había dos inconvenientes: 1. no era negra, sino azul marino, y no sabía si a Javier le gustaría; 2. nosotras no entendemos de motores, y aunque el tipo de la tienda nos decía que el de esta moto era de los mejores, no nos fiábamos mucho.
La idea inicial era comprar la moto y que la llevaran al garaje de casa, ponerle un gran lazo rojo y sorprender a Javier, pero cualquiera se arriesgaba a comprar la moto dejándonos llevar por su estética…. Finalmente, cogí a Javier de la oreja y convencido de que le llevaba a comprar unas bicis, de pronto se vio eligiendo una moto. También fue una sorpresa, pero no tan grande como me hubiera gustado.
Para mi alegría, también se enamoró de la misma moto, pero el precio era excesivo (ya acostumbrados a regatear hasta para pagar el parking...)y no había manera de llegar a un acuerdo con el chino, así es que me volví a España, le dejé a Javier el dinero por si cambiaba de idea y ahí se quedo el asunto.
Esto fue en Semana Santa, y a fecha de ayer Javier me seguía diciendo que el tipo de las motos era un informal, bla-bla-bla … y mira por donde, anoche, después de decirme que llegaría tardísimo porque tenía mucho trabajo, me propone salir a cenar y cuando bajo me encuentro con la gran sorpresa de la moto. Es decir, finalmente, como era previsible, la sorpresa me la dio él a mí (pero la moto la he pagado yo, eh!).
A escondidas mías Javier había encargado una moto igual a la que vimos pero con algunas mejoras. Ahora entiendo porque un día recibí un SMS del tipo de las motos preguntándome de qué color quería el asiento “tan or black”…, “este tío esta mal de la cabeza”, pensé, y menos mal que no hice caso a Javier (que supongo que ya le temblaban las canillas por si se descubría el pastel), que entre risas me decía: “dile que tan, a ver que te contesta…”.
El caso es que Mr. Parranda, ya con su regalo de “pedido”, Moreno y yo, los tres en la moto, nos fuimos a celebrarlo por toda la ciudad y con una deliciosa cena griega.
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